Del intenso calor que vivimos en Cúcuta y hasta el CAS de Los Patios, pasamos al frío más profundo en Pamplona. Aquí inició el segundo día de la caminata que deben seguir los migrantes que aspiran llegar a Bucaramanga. A medida que se avanza, la carretera se empina y las familias tiemblan de frío, pocos están preparados para enfrentar el páramo; afortunadamente, en el camino hay un par de estaciones que los esperan con comida y bebida caliente. Colombia Sin Fronteras estuvo allí.
Por: Amparo Díaz Pinilla
Fotos: Héctor García Velandia
Pamplona es una ciudad a 2.586 metros sobre el nivel del mar. Por su clima frío y el cielo gris, sus habitantes son más distantes y reservados que los de tierra caliente, tanto, que parecen más boyacenses que nortesantandereanos. Por allí también deben pasar los caminantes venezolanos que se dirigen a Bucaramanga, solo que van sin la ropa adecuada y deben enfrentarse sin mayor protección a las bajas temperaturas.
Después de pasar la noche, cómodos en el hotel, a las 6. a.m ya estábamos listos para dirigirnos al CAS de Pamplona. Una de nuestras compañeras de ruta, Clairet del Valle, tuvo que hacerle a sus zapatos unas plantillas de cartón improvisadas para continuar el recorrido, pues sus tenis no soportaron la dureza del asfalto y de la carretera el día anterior. Con el viento helado de esa mañana y mientras nos dirigíamos a una caseta ambulante cercana en donde una compatriota suya, Adibe Isabel, nos servía tintos y aguadepanelas calientes con empanadas para distraer el frío, ella recordaba las duras noches que pasó con su hijo sin un techo fijo. Nos contó que fueron varios días con sus noches a la deriva y soportando un clima al que no estaba acostumbrada.
Offir Prada, por su parte, también se acordó de que, en pleno recorrido, su segundo hijo se enfermó y demandó una atención especial que ni ella ni sus otros dos pequeños esperaban en medio de semejante trayecto. Pero las dos sobrevivieron y hoy, recorrer cada tramo de la carretera les hace pensar en que fueron dos valientes resilientes que se enfrentaron a la adversidad por sus familias y lo siguen haciendo día a día.
En el CAS de esa ciudad intermedia, bajo la coordinación técnica del GIFMM (Grupo Interagencial sobre Flujos Migratorios Mixtos)de Norte de Santander, con la operación de la Organización Solidarités International, hay varios servicios que los caminantes venezolanos reciben en ese punto estratégico. Por una parte, alimentación, servicios médicos y apoyo sicosocial, así como asesoría jurídica para casos puntuales de migrantes y protección para niños, niñas y adolescentes. En este punto, pudimos ver que hay zonas amigables para que los niños jueguen y se distensiones del ajetreado viaje, mientras sus padres pasan por el registro y la atención en las diferentes áreas que hemos mencionado.
En el CAS de Pamplona, los migrantes sos asesorados.
En este punto confluyen varias asociaciones internacionales además de Solidarités, como PUI (Prèmiere Urgence Internationale), Cidemos, Care, World Vision y el Programa Mundial de Alimentos a través de la Cruz Roja Internacional. Todos, desde el área en que se especializan, aportan un granito de arena en la implementación de recursos y ayudas para los caminantes venezolanos que pasan por allí. Por ahora no ofrecen alojamiento, pero mediante su apoyo en ese punto de la ruta son primordiales, pues en asocio con los gobiernos locales, incluso están vacunando a los viajeros en condición de irregularidad, lo que es clave para su salud y para evitar ser discriminados por parte de los colombianos.
Que haya un punto de atención a esa altura ha propiciado el entendimiento entre la comunicad de acogida de Pamplona y sus alrededores con los caminantes, porque antes solía haber resistencia hacia los venezolanos debido a la desorganización que generaban en la ciudad y a que no había una ayuda formal hacia ellos. Pero con la unión entre los organismos de ayuda, cada vez hay estrategias más sólidas que han dado resultados positivos a los migrantes y a los nortesantandereanos.
Al salir de este CAS para continuar nuestra caminata en medio de la carretera, pudimos notar que los espacios se reducen considerablemente y las tractomulas rozan a los caminantes. Aunque no hay cifras públicas ni determinadas, se sabe que un número de migrantes ha desaparecido en esta parte del recorrido, justo porque no cuentan con la capacitación ni la advertencia acerca del tramo que están pisando. Así que continuamos, casi en fila india, por este trecho durante 10 km hasta llegar a El Alto, donde nos recogió el transporte que nos llevó hasta lo que los lugareños conocen como La Laguna (el punto intermedio entre Pamplona y el Páramo de Berlín), donde la sociedad civil se ha organizado para apoyar a los caminantes. Allí fue, quizás, donde sentimos más frío y, abrigados con gorros, bufandas y chaquetas térmicas, solo caminamos tres km hasta el CAS del páramo de Berlín, ya en el departamento de Santander.
CAS del alto de Berlín y Clairet, sonriente a pesar del frío.
Clairet y Offir, acostumbradas al clima de su país y luego a la calidez y al sol constante de Bucaramanga y el municipio cercano de Girón, fueron el reflejo de lo que representa para los venezolanos enfrentar un paso tan temido como éste en la búsqueda de la capital santandereana. Ya en el sexto punto del recorrido, el CAS de Berlín, llegamos a 3.200 metros de altura sobre el nivel del mar y los amables voluntarios de la Cruz Roja Colombiana, fundadores de este refugio, nos recibieron con aguadepanela caliente y una cálida sonrisa en medio de tanto viento helado. Ellos, junto con colaboradores de la ONG World Vision International, son los encargados de que los caminantes tengan un espacio seguro donde pasar la noche y calentarse.
Este CAS inició actividades en noviembre de 2020, solo con dos contenedores básicos para atender en primeros auxilios y hacer tamizaje por Covid-19, que demandaba el álgido momento sanitario de entonces. Además, les daban kits calóricos a los caminantes para proporcionarles energía, y con el tiempo trabajaron arduamente con la comunidad del sector para disminuir la discriminación y la xenofobia. Desde julio de 2021 se brindó la posibilidad de albergue para resguardarse y, para comienzos de diciembre, ya 4.000 personas habían pasado la noche en los camarotes ubicados en los contenedores, todo con el apoyo de OIM (Organización Internacional para las Migraciones). Hoy en día se atiende por 24 horas, siete días a la semana, no solo con eficiencia sino con calidez y compromiso, brindando un plato de comida caliente con sazón y sabor venezolano, así como techo a los cientos de personas que necesitan resguardarse con sus familias, así sea solo por una noche, pero ese tiempo de descanso los salva de morir de hipotermia en plena carretera.
Cada vez nos acercábamos más al recorrido planeado, pues nos separaban 24 km desde este sitio hasta el imponente Cerro de El Picacho, sobre la parte más alta del Páramo de Berlín, a 3.350 metros. Los lugareños y las personas del grupo que ya habían hecho este tramo a pie coincidieron en que ese día tuvimos suerte durante una media hora, pues hacia las tres de la tarde el clima era frío, pero con un solecito leve que nos rozaba la piel. Eso nos permitió caminar admirando el paisaje que, a lado y lado de la carretera, nos recordaba los campos boyacenses en diferentes tonos de verdes, al menos a quienes nacimos en el interior del país. Sin embargo, a medida que transcurría la tarde, la nieblina y el tono gris se fueron apoderando del entorno hasta percibir el frío intenso que caracteriza esta región de Santander, enclavada en el Páramo de Santurbán.
Así caminan los migrantes en medio del frío y la soledad de la cumbre.
La idea era reunirnos en el Peaje El Picacho, para luego empezar a descender hacia Bucaramanga. En este punto de la caminata se unió a la caravana el equipo de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID, en cabeza de su Director para Colombia, Larry Sacks; y de Elisa Zogbi, Directora de Integración de Venezolanos en la misma entidad. USAID, que ha liderado varios programas en Colombia en apoyo a la migración y a la generación de recursos y programas para su acogida en este país, quería estar presente y conocer de manera presencial lo que experimentan las familias enteras de caminantes que llegan hasta este punto. “Nosotros nos sentimos comprometidos para hacer presencia en el lado humanitario y ver cómo podemos expandir nuestro trabajo en busca de respaldar a los migrantes económica y socialmente”, opinó el sr. Sacks mientras conocía y transitaba la carretera que por momentos se estrechaba limitando el paso de los venezolanos que pasaban por allí ese día.
Larry Sacks, (USAID), Lucas Gómez (Gerencia de Fronteras) Y Elisa Zogbi (USAID)
A medida que caía la tarde la cumbre se empinaba y el clima se hacía más frío. El cansancio empezó a notarse en calambres y dolores musculares para algunos, incluso para Clairet, quien ya tiene experiencia en esta ruta, lo que provocó que el tramo final se hiciera en transporte hacia el peaje. De ahí a Bucaramanga continuamos motorizados hasta la capital de Santander, intentando descubrir la belleza natural de la montaña a través de la bruma que, sin darnos cuenta en qué momento, se convirtió en la protagonista en el ocaso de la jornada. Nuestro grupo tuvo la fortuna de contar con un transporte, pero los migrantes que no tienen recursos añoran que personas de buen corazón los acerquen hasta su destino, donde la temperatura vuelve a subir, en un promedio diario de 26 grados. Ya en esta ciudad amable y bonita, ellos deciden si continúan su travesía por Colombia o buscan allí una oportunidad de trabajar y sobrevivir con los suyos.
Nosotros, al terminar ese par de días intensos y llenos de emociones, finalizamos en la Fundación Entre Dos Tierras, donde compartimos unas deliciosas arepas venezolanas preparadas por Alba Pereira y su equipo de colaboradores; ella es una mujer nacida en Barquisimeto pero radicada en Bucaramanga. Su labor, en parte, se centra en mantener varios puntos de atención en la ciudad para alimentar a los caminantes, quienes darían lo que fuera por un sabor que les recuerde su hogar. Claro que Alba también es amiga, confidente, ‘sicóloga’ y hasta mediadora en lo que sus compatriotas requieran, los ayuda por solidaridad de patria y es una especie de ‘ángel’ que muchos de ellos encuentran en el camino.
Aquí también terminaron el acompañamiento a nuestra caravana Clairet y Offir, quienes luego de compartir con Alba y contarnos cómo hacen trabajos conjuntos con la fundación Regalando Sonrisas, que ellas lideran. Partieron para Girón a descansar y a ver a sus hijos después de estos dos días de experiencia intensa que les recordó sus orígenes y lo valientes que han sido al abrirse camino en Colombia.